Orfeo, hijo de Apolo, tenía el don musical más extraordinario que se pueda imaginar. Cuando tocaba la lira y cantaba; hasta el sol se podía parar. Se enamoro de Eurídice, una ninfa. Fue un amor intenso y bello. Pero este duro poco. Una serpiente la mordió a ella, y murió.
Orfeo desesperado fue a la boca del infierno, con su canto convenció a Caronte para que lo llevará a la orilla de los muertos. Dulcifico al terrible perro Cerbero; y conmovió a los muertos con su canto, al igual que os dioses del averno. De tal forma, que le concedieron volver con ella al mundo de los vivos. Pero con una condición. En el camino de regreso no debería volver la vista ni un solo instante.
Llegando al mundo de los vivos, Eurídice se quedo unos pasos atrás. El sintió miedo de que no llegara; de perderla. Y volteo. Eurídice que estaba en el mundo de las sombras todavía, se precipito hacia la obscuridad.
Moraleja: “La vida nunca concede segundas oportunidades; y sí lo hace pide el precio de no volver hacia atrás, debemos de confiar”.
En este 2011 que comienza, creo que la vida nos da muchas oportunidades de rehacer los errores, omisiones, y todas las cosas inconclusas que no realizamos. Pero así como Orfeo, la vida nos pide que confiemos, que no volteemos hacia atrás. Podemos tener esos recuerdos del mundo de las sombras. Peor si volteamos corremos el riesgo de perder todo lo que hemos conseguido, y sólo por alimentar el miedo a perder lo que no es nuestro, lo que nos es prestado para ser felices.
Sólo por hoy, confió en la palabra de la vida. No volteare hacia atrás por miedo. Volteare sólo cuando este seguro que lo que me fue dado es realmente mío. Y si lo pierdo seré lo bastante fuerte para seguir adelante. Aun sin lo que representa Eurídice, en esta historia en mi vida. Que es el amor.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario